Los metaversos, nueva frontera tecnológica están en boca de todos en estos tiempos. Mientras algunos de los magnates tecnológicos se han lanzado a la conquista del espacio, Mark Zuckerberg ha preferido invertir en el mundo virtual.
El metaverso es una superestructura digital donde millones de usuarios pueden interactuar simultáneamente, en réplicas del mundo real o imaginativos escenarios donde, idealmente, puedan hacer cualquier cosa. Código y animación en 3D se aúnan para ofrecer un entorno más o menos realista donde llevar una verdadera y completa vida digital.
Según Bloomberg, el metaverso ya supone una oportunidad de negocio de 500.000 millones de dólares. Por su parte, PwC apuesta a que entre la realidad virtual y la aumentada se crearán 24 millones de empleos hasta 2030.
Estamos, por tanto, en las fronteras de una nueva economía virtual, de importancia creciente pero no carente de problemáticas y nuevos retos.
Una de las principales cuestiones a analizar es quién regulará los metaversos. En estos momentos existe verdadero activismo para constituirlos como espacios abiertos y equitativos, donde todos los usuarios tengan un peso semejante. Pero también es cierto que la apuesta de Facebook, que parece la más prometedora, pasa por la colaboración empresarial.
El debate por el control afecta, por ejemplo, a la seguridad de los datos de los usuarios. Pero también hay otras cuestiones a regular. Por ejemplo, las consecuencias que deben tener las acciones de los usuarios en el metaverso, o las que podría tener un abuso del metaverso sobre la salud o relaciones sociales del usuario en la vida real.
Otra de las cuestiones principales radica en la economía. Cada metaverso va a constituir una auténtica economía alternativa. Los usuarios pagarán para adquirir activos digitales e incluso prestarán sus servicios dentro de la plataforma. Esto pone en juego cuestiones sobre la admisibilidad, emisión y utilización de criptoactivos, el régimen laboral de los partícipes, el sistema tributario a aplicar...
La primera problemática legal que encontramos al analizar los metaversos tiene que ver con el consentimiento. Siendo prácticamente ilimitado el contenido del metaverso resultará vital implementar mecanismos eficaces para recabar el consentimiento de sus usuarios.
El consentimiento informado es la base de cualquier contrato, especialmente cuando afecta a la protección de datos o a consumidores y usuarios. De modo que resultará imprescindible establecer sistemas efectivos, que permitan identificar a los usuarios y asegurarse de que entienden las implicaciones derivadas de su uso del metaverso y de que tienen capacidad para obligarse.
Relacionada con la cuestión del consentimiento informado encontramos uno de los problemas que más preocupan a los expertos: la privacidad. A fin de cuentas, en el mundo real existen espacios privados. Pero, ¿cómo podemos asegurarnos de que en el metaverso hay espacio para la privacidad?
Sabemos que los datos personales son el petróleo del siglo XXI, en cuanto a su valor económico. Y sabemos que para que el sistema funcione en un servidor, este debe registrar toda transacción y evento. Pero, ¿cuán protegida estará esta información? ¿Cómo sabrá el usuario que está interactuando con personas de confianza, y no con una IA o un catfisher? Y, sobre todo, ¿existirán mecanismos efectivos para actuar frente a una filtración, estafa o engaño?
Todas estas cuestiones deberán abordarse por el regulador, lo que nos lleva a otro tema candente.
La regulación de Internet es reciente y todavía presenta importantes lagunas. Especialmente si tenemos en cuenta el factor globalizador, que hace que determinadas jurisdicciones lleguen a ser difícilmente efectivas para luchar contra graves delitos, como el tráfico de seres humanos, armas o sustancias ilegales, el blanqueamiento de capitales o la financiación del terrorismo.
Esta cuestión va a ser particularmente sensible en un “nuevo Internet”, para cuyo desarrollo está resultando imprescindible la inversión privada. Además, la filosofía P2P, imperante en tecnologías como el blockchain, pueden ralentizar no solo el proceso regulatorio sino, especialmente, la efectividad de sus propuestas ejecutivas.
Otro de los factores que el metaverso pone sobre la mesa es el peso de los activos intangibles. Las criptodivisas y los tokens virtuales escapan al control de las autoridades monetarias, pero ofrecen suficiente credibilidad a sus usuarios como para representar un verdadero motor económico.
Por su parte, la propiedad intelectual e industrial es ya el gran pilar económico de los mercados desarrollados. Sin duda su peso será todavía mayor en un universo desarrollado a golpe de teclado. Esto requerirá una revisión de las herramientas actuales y una mayor cautela en la gestión de activos: registro y protección de bienes virtuales, estrategia de protección de activos...
Activos entre los que destacarán los virtuales. Hablamos de elementos de personalización del avatar virtual, de bienes virtuales e incluso de parcelas digitales (verdadero Real Estate virtual). Compañías como Strategy Analytics calculan que estos activos representarán, dentro de cuatro años, un valor de 280 billones de dólares.
Por su propia naturaleza, el Derecho debe ir a la zaga del desarrollo tecnológico y social. Esto hace que, en ocasiones, se deban aplicar leyes todavía no adaptadas a las nuevas realidades.
Hemos visto ejemplos a la hora de reaccionar frente a delitos digitales, en la reciente regulación de los criptoactivos… En resumen, muchos problemas virtuales podrán encontrar respuesta en la legislación vigente.
Otros, sin embargo, requerirán de su propio desarrollo normativo. E incluso aquellos a los que se pueda aplicar la ley actual por analogía, necesitarán de cierto esfuerzo interpretativo.
En este marco se hace más necesario que nunca el trabajo de abogados con experiencia en Nuevas Tecnologías. El metaverso supone una verdadera sacudida al mundo tal y como lo hemos conocido. De hecho, hay quien compara su importancia con la expansión de Internet.
Y por eso empresas, creadores de contenidos, desarrolladores e incluso los propios usuarios del sistema van a necesitar, más que nunca, el asesoramiento de especialistas en Nuevas Tecnologías, que sepan anticiparse a las implicaciones legales de los metaversos.